Vivimos en un mundo donde tomar riesgos es común. Incluso existe la famosa frase: "arriesgar es ganar". Sin embargo, cuando se requiere acercarnos a alguien que está atravesando una situación difícil, solemos ser más cautelosos y prudentes. En momentos así, nos encontramos en una encrucijada emocional; en lugar de arriesgarnos y acercarnos a aquellos que están en dolor, tendemos a mantener una distancia segura, temerosos de lo que podría implicar.
A veces, podemos ser muy mesurados a la hora de apoyar o consolar a alguien. Nos conformamos con lo básico y lo que es políticamente correcto a la hora de apoyar a alguien, pero en momentos de aflicción es necesario que demos ese paso extra y salgamos de nuestra comodidad, o temor de ser imprudentes.
En ocasiones podemos ignorar el dolor de los demás o asumimos que lo mejor que podemos hacer es respetar el dolor que atraviesan y darles tiempo, pero no nos damos cuenta de que ignorar ese dolor añade más dolor a la persona en aflicción.
Es en los momentos de tristeza, dolor y desesperación, es cuando más atención se requiere. Quizás, a veces lidiamos con el temor a no decir algo equivocado o aumentar el dolor de esa persona, pero muchas veces no se requiere decir nada. Son los pequeños detalles los que pueden consolar a una persona; un abrazo lleno de amor, una visita inesperada, llorar con esa persona, una notita en la puerta o en el buzón, un mensaje con un “te quiero y aquí estoy”, un chocolate en el escritorio, un café, una sopita caliente, un dibujo o una canción. Son los pequeños detalles los que marcan una gran diferencia.
No se necesita gastar millones. No necesitamos redactar una larga carta o enviar un inmenso mensaje.
Solo se necesita un corazón sensible, dispuesto a acompañar a alguien más en su dolor, aunque eso implique solo quedarse a su lado en silencio.
Podemos ver esto con los amigos de Job, ellos al ver la condición de Job, lloraron con él y se quedaron en silencio a su lado.
Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle. Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande. Job 2:11-13
Es importante recalcar que el quedarse en silencio no es lo mismo a ignorar el dolor. Los amigos de Job se sentaron con él por siete días, estuvieron con él sin decir palabra alguna.
En ocasiones, es necesario solo escuchar. Ahí si debemos ser reservados y prudentes. Siguiendo con el mismo ejemplo de los amigos de Job, ellos al principio hicieron lo correcto, escucharon y se quedaron junto a su amigo, sin embargo, después vemos como lo regañan y reprenden:
¿En tan poco tienes las consolaciones de Dios, Y las palabras que con dulzura se te dicen? ¿Por qué tu corazón te aleja, Y por qué guiñan tus ojos, Para que contra Dios vuelvas tu espíritu, Y saques tales palabras de tu boca? Job 15:11-13
Cuando la corrección adelantada de los amigos de Job hirió a Job, ellos no se detuvieron, ellos continuaron aumentando dolor a su corazón. Job les dijo: “Consoladores molestos son todos ustedes” Job 16:2
Muchas veces, con el afán de decir algo para consolar a alguien, podemos ser arrogantes y utilizar la Biblia para reprender a esa persona por su dolor o aconsejarle desde una posición que no nos corresponde. Los amigos dejan que sus amigos compartan sus sentimientos con honestidad y les escuchan mientras lo hacen sin necesidad de corregirles en ese momento.
Cuando alguien expresa su sentir, su dolor y desesperación, a veces, es necesario solo escuchar antes de reprender o citar versículos que quizás esa persona aún no esté lista para oír.
Es muy triste que tomemos la Palabra de Dios y la citemos de manera descuidada y ello se convierta en una fuente de dolor cuando debería ofrecer gran consuelo.
Es necesario aprender a guardar silencio cuando se requiere y saber escuchar aquellos que expresan su dolor sin juzgarlos o reprenderlos. Esto no significa que no hablemos con la Palabra o consolemos con la Palabra. Claro que debemos hacerlo, pero debemos examinarnos incluso al citar versículos y saber porque lo estamos haciendo y debemos pedir la dirección del Espíritu Santo y no guiarnos por lo que nosotros consideramos que esa persona deba escuchar.
Acompañar a alguien en su dolor no es sencillo, involucra dejar de pensar en uno mismo y pensar más en aquel que está en necesidad. Acompañar a alguien en su dolor no son grandes sumas de dinero o decir lo que es políticamente correcto.
Acompañar a alguien en su dolor, es dejar de ser prudentes y temerosos e ir un paso adelante.
No esperemos a que esa persona pida ayuda o se acerque a nosotros. Hay momentos en los que el dolor o tristeza no permiten a la persona pedir ayuda y es necesario que acudamos aún sin ser requeridos. Cualquier expresión de preocupación y de atención es mejor que ninguna.
Seamos imitadores de Jesús y busquemos y trabajemos en tener un corazón piadoso y misericordioso que se duela con las aflicciones de los demás y no nos quedemos quietos ante el dolor de los que nos rodean. Busquemos ser ese abrazo de Dios para los demás.
Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. Romanos 12:15-16
Comentários