top of page

Con un nudo en la garganta.

Foto del escritor: Johanna Ochoa Johanna Ochoa

Actualizado: 7 oct 2024

“Tomando su mano y con mi otra mano en su cabeza, pude despedirme de mi papá. Sus ojitos me vieron, me enfocaron bien y al final, con un último suspiro, cerro sus ojos y partió con nuestro Señor.


La muerte de un ser querido sin duda es algo doloroso. Nadie está preparado para ver partir a un ser amado.

Años atrás ya había experimentado el dolor de perder a alguien amado; mi abuelito fue llamado a la presencia de nuestro Dios. Le lloré y lo extrañé, aún lo extraño. Pero Dios fue sanando ese corazón triste.


Ahora estoy de nuevo con el corazón triste, los ojos llenos de lágrimas y un nudo en la garganta. ¿El motivo? La muerte física de mi papá. Apenas han pasado 15 días. 15 largos días llenos de emociones, sentimientos, lágrimas, risas y silencio.

Los doctores ya nos habían “preparado” y sabíamos, según los reportes médicos, que a mi papá le quedaban horas de vida. Esas horas eran eternas, pero sabíamos que la vida de mi papá estaba en manos de nuestro Dios y aún con el dolor de saber que mi papá dejaría esta tierra, había paz en nuestro corazón y gozo de saber que mi papá estaba en paz con Dios y tenía a nuestro Señor Jesús como su Salvador y Señor. Eso nos llenaba de paz, además de poder verle sin dolores, sin agonía, sin gritos o desesperación. Durante todo el proceso pudimos ver como Dios lo sostuvo, humanamente no había manera de que él estuviera con vida y sin dolor. Todo su organismo estaba colapsando debido al cáncer en varios de sus órganos. Dios le permitió estar sin dolor y con una paz en su semblante que todos se asombraban. Y eso solo fue por la maravillosa gracia y misericordia de mi Dios.


El sábado 16 de septiembre a la 9:35 pm mi papá fue llamado a la presencia de nuestro Dios.

Mi mamá y yo estábamos con él. Estábamos escuchando himnos y leyendo la Palabra. Estábamos viendo a mi papá en absoluta tranquilidad. Mi papá estaba en lo que nos dijeron era un “sueño profundo”; su cuerpo se estaba preparando para morir. Él tenía sus ojitos cerrados, se veía tranquilo, no había aflicción en su semblante. Tomando su mano y con mi otra mano en su cabeza, pude despedirme de él. Sus ojitos me vieron, me enfocaron bien al igual que a mi mamá. Él nos vio, suspiró, cerro sus ojitos y partió con nuestro Señor.

Hay tristeza en mi corazón y eso no significa que no tenga paz con mi Dios o no confíe en su preciosa voluntad. Sé muy bien dónde está mi papá, sé que en el momento en el que él cerró sus ojos en esta tierra, él los abrió en la gloriosa y hermosa presencia de nuestro Dios y mi papá pudo ver a su Salvador cara a cara.

Hay gozo en mi corazón y esa paz que solo Dios puede brindarme, pero, también hay tristeza y llanto ante la separación de mi papá. A veces se cree que la tristeza y la esperanza no pueden coincidir en un mismo corazón. Sé cree que si estás triste es porque no confías en Dios o no lo entregas tu tristeza. Pero eso está alejado de la realidad.

Es posible que la tristeza y la esperanza habiten en el mismo corazón. Es necesario llorar, es bueno hacerlo. Es necesario que nuestro corazón sea quebrantado y ello nos lleve a conocer a Dios de una manera mucho más íntima y profunda. No huyamos del dolor ni de ese proceso que Dios puede usar para forjar nuestro carácter y fortalecer nuestra fe.


El Rey Salomón, en la sabiduría que Dios le dio, escribió: Todo tiene su momento oportuno; hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: tiempo para nacer y tiempo para morir; tiempo para plantar y tiempo para cosechar; tiempo para matar y tiempo para sanar; tiempo para destruir y tiempo para construir; tiempo para llorar y tiempo para reír; tiempo para estar de luto y tiempo para bailar… Eclesiastés 3:1-4

Es necesario vivir el proceso de la separación de un ser querido y no hacer menos esa parte pensando en que no podemos estar tristes. La realidad es que la separación es horrible, el saber que esa persona amada ya no estará contigo en esta tierra, duele, claro que sí.

El pensar que mi papá ya no estará físicamente en cada momento de mi vida, en mis caídas, en mis tristezas, en mis logros. Duele y duele mucho. Pero también hay un gozo supremo al pensar que me espera una eternidad con mi Señor y que ahí volveré a ver a mi querido papá.

Es un sentimiento agridulce, y claro que la paz que Dios me da es inigualable y reconozco que si sigo de pie es solo por Su gracia y la fortaleza que Él me da.

No sé cuánto tiempo pasará para que el nudo en mi garganta se vaya, no sé cuánto tiempo pasará hasta que pueda ver una foto de mi papá sin que mis ojos se llenen de lágrimas, no sé cuánto tiempo pasará hasta que pueda llegar a casa y no llorar y derrumbarme al ver que no está mi papá en la ventana esperándome, viendo que llegue con bien. No sé cuánto tiempo pasará...

Lo que sí sé es que no quiero apresurar el tiempo, el tiempo que tenga que llorar, lloraré sin vergüenza y sin temor. El tiempo que tenga que ser débil lo seré porque es a través de ese dolor, debilidad y tristeza que he podido ver a mi Dios actuar, consolarme, abrazarme y mostrarme su amor de tantas maneras. No me canso de maravillarme de su amor y cuidado para mí y mi familia.

Por eso, aún con un nudo en la garganta, alabo a mi Dios por su bondad e increíble e inigualable amor. Aún con un nudo en la garganta, mi alma alaba a mi Señor por sus misericordias y cada acto de amor que Él tiene hacía mí.

Con un nudo en la garganta, un corazón desfallecido y los ojos llenos de lágrimas estoy escribiendo esto para gloria y honra de mi Dios. Sólo por Él y para Él.


Si tú estás pasando algún tipo de aflicción, si tu corazón está roto, si te sientes desanimado. Déjame decirte que hay una salida y un camino para ello: Jesús.

Que tu mayor aflicción te lleve a nuestro Salvador. ¿Él puede quitar tu dolor? Sí, totalmente. Pero aun cuando Él permitiera que pases por ese dolor, no dejará que pases por ello solo.

El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. Salmos 34:18

No apresuremos nuestros procesos por temor a lo que otros digan o la presión que otros puedan ejercer. Dios no hace a un lado a los corazones rotos. Él quiere y puede restáuralos en su tiempo y a su manera.

Así que, no hay nada malo en sentir dolor y tristeza, no hay nade de malo en llorar y tener un corazón abatido mientras ello nos acerque más a nuestro Dios.

Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir la misericordia y encontrar la gracia que nos ayuden oportunamente. Hebreos 4:14-16

ความคิดเห็น


¡Muchas gracias por visitarme y leerme!

bottom of page