Por Johanna Ochoa
Construyamos vínculos basados en la honestidad. ¿Has jugado «al gato y al ratón»? ¡Es muy divertido! Varias personas hacen un círculo tomándose de las manos. Se escogen a dos jugadores; uno será el gato y otro el ratón. El minino se encarga de perseguir desesperadamente al roedor, mientras que este, busca llamar su atención de todas las maneras posibles para luego darse a la fuga. Una vez que el gato logra atrapar a su presa, los papeles se invierten. Es un buen pasatiempo. Pero, ¿qué pasaría si alguien aplicara esa dinámica en una relación? Lamentablemente, muchos hemos jugado a ser «el gato» o el «ratón» en nuestras relaciones románticas. A veces, desempeñamos el papel del felino; perseguimos ansiosamente a la persona que nos interesa. No pensamos en las consecuencias y solo buscamos obtener lo que queremos. Nos dejamos llevar por la emoción y adrenalina que esto genera. Por otro lado, podemos jugar el rol del «ratón»; llamamos la atención de esa persona, hacemos ruido, dejamos señales por todos lados y tomamos riesgos con tal de encontrarnos con ese «minino». Sabemos que el final no será bueno y aun así insistimos en buscarlo. En ninguno de los dos casos, lograremos relacionarnos de manera correcta y sana. Las relaciones no son un juego. Es importante ser sabios y dejar de involucrarnos en estas dinámicas que solo causan dolor y quebrantamiento. La Palabra de Dios dice: «Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos» (Efesios 5:15-16). Así que si alguna vez jugamos al gato y al ratón, solo participemos de manera recreativa. Seamos responsables y construyamos vínculos sólidos, basados en la honestidad.
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