Por mucho tiempo, pensé que la depresión se manifestaba solamente a través de una tristeza prolongada y lágrimas sin parar. Para mí, una persona depresiva era alguien que estaba llorando todo el tiempo y se alejaba de todos, pero esa creencia estaba lejos de la realidad. No fue hasta que experimenté la depresión en carne propia que entendí lo complejo que realmente es este estado.
Aparentemente, mi vida estaba en orden. No lloraba, no me sentía triste todo el tiempo.
Sonreía y me sentía bien... o al menos, eso creía.
Empecé a notar que algo estaba sucediendo al ver que hice a un lado 3 actividades que me apasionaban profundamente: nadar, escribir y estudiar la Palabra de Dios.
La natación siempre ha sido una manera de desconectarme del mundo, mientras que escribir y estudiar la Biblia es algo que me llena el corazón. Podía pasar horas nadando y otras tantas investigando, tomando notas, reflexionando y escribiendo sobre lo que leía en las Escrituras. Estas actividades solían ser mi refugio, pero poco a poco comencé a abandonarlas.
Al principio, me engañé a mí misma pensando que lo hacía por falta de tiempo o por tener mucho trabajo. Me decía que cuando todo se calmara, volvería a mis rutinas, pero los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. Aun cuando tenía tiempo libre, no lo hacía. Quería nadar, pero no tenía fuerzas. Quería estudiar, pero me faltaba el ánimo. Quería escribir, pero no me sentía motivada. Me sentía agotada y no entendía la razón, me sentía desganada para disfrutar lo que antes me apasionaba.
En otras ocasiones en las que me sentía abrumada, encontraba en estas actividades la manera de recargarme y distraerme, esta vez no podía. Hubieron señales, pero las ignoré. Pasaron semanas hasta que hablé de ello con alguien y pedí ayuda. Y fue buscando ayuda donde me comentaron que estaba experimentado lo que se llama:
depresión sonriente.
Esta forma de depresión es particularmente engañosa porque, a simple vista, parece que todo está bien. Las personas llevan una vida “normal” y satisfactoria.
Así me pasaba a mi. Sonreía, interactuaba con los demás y realizaba mis actividades diarias, pero internamente algo se estaba desmoronando. Nunca pensé que podría estar en depresión. Llegar a ese punto fue confuso.
¿Cómo podría estar en depresión si tengo a Dios en mi vida?
Me encontré en una lucha interna, culpándome a mí misma por sentirme de esa manera.
Lo más difícil fue admitir que estaba luchando contra algo que no podía controlar por mí misma. En esos momentos, empecé a entender la importancia de buscar ayuda, de reconocer que no estaba bien, y de confiar en que:
Dios no me condenaba por estar atravesando esa batalla.
En medio de esta lucha, solo Dios pudo darme la fortaleza que necesitaba. Fue por su gracia que pude reconectarme con Él, a través de pequeñas cosas que me recordaban su amor y cuidado. Me di cuenta de que, incluso en los momentos más oscuros, Dios recogió cada pedacito de mí. No me hizo a un lado, sino que me hizo sentir protegida y segura en sus brazos.
El mito de que un cristiano no puede estar deprimido es dañino y alejado de la verdad. Dios no espera que vivamos una vida sin emociones o sentimientos.
Jesús mismo, en su humanidad, experimentó tristeza y angustia. Esto nos muestra que estar cerca de Dios no significa la ausencia de dolor o emociones intensas.
De hecho, Jesús nos dice que en este mundo enfrentaremos aflicción. En Juan 16:33, Él dice:
Jesús está diciendo que enfrentaremos problemas pero que podemos encontrar esperanza en medio de ellos porque Él ya ha vencido. La promesa de Jesús no es que evitará que atravesemos tormentas, sino que estará con nosotros en ellas. Dios tiene el poder de apartarnos del fuego, pero otras veces, permitirá atravesemos ese fuego intenso pero en medio de ese fuego, Él nos acompañará y,
podremos ver que que hay Uno más entre las llamas que no permitirá que ese fuego nos consuma.
Si te identificas con lo que describo, busca ayuda profesional, háblalo y busca refugio en Dios. Solo Él puede traer paz a tu corazón, renovar tus fuerzas y darte el ánimo que necesitas para seguir adelante.
Dios está dispuesto a sostenerte, entregale tus luchas y permite que Él actúe en en tu debilidad.
"Hubo uno más entre las llamas, que estuvo junto a mí. Hubo uno más sobre las aguas, que pudo el mar abrir. Que en mi interior no queden dudas, de cómo libre fui. Hay una cruz que muestra el precio, que Jesús pagó por mí. Hay uno más entre las llamas."
Entre las llamas - Twice
Comments